Bien podrían ser lo menos
recomendable para los head hunters… ¡y hasta para los tail hunters!: son
percibidos como malcriados, incapaces de desconectarse de sus aparatos,
intolerantes a aquello de estar tanto tiempo en el mismo lugar de trabajo, “se
la pasan en el Facebook” y además son exigentes, con poco compromiso hacia lo
que no les interesa de manera personal. Y, sin embargo, los millennials
(generación Y) representan hoy día, según la consultora Deloitte, 35% de la
población laboral de América Latina y para 2025 serán 75% de la fuerza laboral
del mundo.
Cuando nuestros clientes nos
buscan para asesorarlos respecto a los aspectos laborales de sus negocios, en
especial con relación a sus esquemas de contratación, nos encontramos
continuamente con la presencia de este contingente de profesionistas que hablan
un lenguaje muy distinto del que se acostumbra en las empresas y que tienen una
actitud distinta, que en ocasiones se convierte en un problema cuando no
coincide con los esquemas más tradicionales de dirección y administración.
Hay compañías que prefieren no
contratarlos. Sin embargo, adoptar esta mecánica “como mantra” es imposible
cuando se trata de toda una generación. Otras estilan el común (pero
estrictamente ilegal y poco eficaz) esquema de contratación “por honorarios” o
como “prestadores de servicios profesionales independientes”, cuando en
realidad son trabajadores, con la esperanza de no comprometerse mucho con la
generación de millennials. Otras empresas optan por el régimen de subcontratación
(outsourcing). Sea cual sea el caso, la realidad es que la legislación laboral
y de seguridad social actual (en especial la Ley Federal del Trabajo, Ley del
Seguro Social y Ley del Infonavit) contiene regulaciones específicas con
relación al esquema de subcontratación y establece requisitos y obligaciones a
cargo de las empresas que lo utilizan, contemplando protecciones concretas para
los trabajadores en caso de incumplimientos. Por ello es fundamental para todas
las empresas que utilizan el esquema de subcontratación, así como para aquellas
que planean hacerlo, verificar que sus respectivas estructuras cumplan con los
requisitos que establece dicha legislación, especialmente ante la reciente
resolución de la Segunda Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en
la que, entre otras cosas, confirma la constitucionalidad de dicho esquema.
Así, reconociendo los rasgos positivos de la generación Y, es posible
aprovechar las bondades de estos esquemas de contratación para convertirla en
una fuerza laboral renovadora.
Si existen estas bondades que
presenta la ley, el enfoque debe ser distinto. En vez de estigmatizar a los
millenials, lo mejor es capitalizar los esquemas de contratación para
aprovechar lo mejor de ellos.
El problema surge cuando las empresas
buscan estos esquemas alternativos para evadir o disminuir el cumplimiento de
sus obligaciones laborales, en lugar de visualizarlos y aplicarlos como
vehículos estratégicos para desarrollar talento y optimizar su capital de
conocimiento, particularmente, con una generación que se caracteriza por ser
emprendedora y detonadora de los cambios más importantes de los próximos años.
Las empresas deben aprender a
conocer y comprender a las nuevas generaciones para capitalizar lo mejor de su
talento. Los millenials quieren cambiar el mundo y ya lo están haciendo. Las
empresas deben promover ese cambio de piel para transformarse junto con ellos,
que han demostrado un potencial importante en nuevos esquemas de consumo y de
decisión. El mejor ejemplo está en que los millenials, silenciosamente, sólo
con su voto, están cambiando la estructura partidista dominante del país.
No hay que olvidar que la
generación Y es la futura mayoría de consumidores y usuarios de servicios.
Constituyen un mercado enorme y creciente, con nuevas características,
necesidades y demandas que exigen transformaciones a las empresas. Mejor
tenerlos como aliados. Ya existen numerosos estudios de esta generación como
una realidad política y económica contundente. No tardan en aparecer los estudios
que los describan como una realidad laboral en nuestro país.
Fuente: Forbes
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